No era la casa, ni tu trabajo, ni tu pareja.. era TU PROCESO

https://youtu.be/QUC7ae9dt8s

El arte de sobrevivir a transiciones

Por momentos, la vida se parece a una mudanza eterna. Uno empaca emociones, desempaca miedos, cambia de trabajo, de casa, de pareja, de propósito… y cuando por fin cree haber encontrado estabilidad, llega otra transición a tocar la puerta con una sonrisa incómodamente amable:
—Hola, vengo a desordenarte todo… pero prometo que será para bien.

Y ahí estamos nosotros, intentando entender si el universo conspira a favor o simplemente tiene un sentido del humor peculiar.

Las transiciones son inevitables (y necesarias)

Pasamos gran parte de nuestra vida tratando de evitar el cambio. Queremos certezas, rutinas, comodidad. Pero la verdad —esa que duele y libera al mismo tiempo— es que sin transición no hay crecimiento.
De hecho, cada vez que te reinventas, hay una parte de ti que muere un poquito (la versión vieja, la que ya no encaja).

El problema es que casi nunca lo notamos porque estamos ocupados corriendo. Vamos del colegio a la universidad, de la universidad al trabajo, del trabajo al “¿y ahora qué hago con mi vida?”. Todo en automático. Todo sin pausa.

El inventario que no hacemos o sí?

Si una empresa no puede crecer sin revisar sus números, ¿por qué creemos que nosotros sí?
Cada transición es una oportunidad para hacer un inventario personal: revisar qué hábitos te sirven, qué pensamientos te sabotean, y qué relaciones ya cumplieron su ciclo.

Sí, lo sé. Suena incómodo. Pero créeme, hay pocas cosas más liberadoras que darse cuenta de que no todo lo que fue debe seguir siendo.

A veces seguimos repitiendo conductas solo porque “así lo hemos hecho siempre”, o porque es más fácil que enfrentar el cambio. Pero —spoiler alert— lo cómodo rara vez te transforma.

Dejar de ser oruga, te puede doler un poco

El proceso de transformación no es glamuroso. No hay música épica ni cámara lenta.
Hay confusión, lágrimas, dudas y la sensación de que uno está perdiendo el control.
Pero es justamente ahí, en ese espacio donde todo parece incierto, donde empieza la metamorfosis.

Ser oruga es cómodo. Ser mariposa, en cambio, requiere valentía. Implica soltar, aprender, cometer errores, y sobre todo, atreverse a volar.

Y si algo he aprendido —a fuerza de tropezones, renuncias y reinvenciones— es que toda transición tiene una lección escondida: te enseña que no eras lo que tenías, sino lo que eres capaz de ser sin eso.

El humor como salvavidas 🛟

Claro, no todo tiene que ser tan solemne. A veces lo mejor que puedes hacer en medio de una transición es reírte un poco de ti mismo.
Porque sí, vas a sentirte perdido. Vas a querer volver atrás. Vas a pensar que el universo se equivocó de dirección contigo. Pero al final, descubrirás que ese caos era exactamente lo que necesitabas para encontrarte.

Así que, si estás en medio de un cambio, no te asustes. No estás fallando.
Estás transicionando. Y eso, querido lector, significa que estás vivo, creciendo y —con suerte— convirtiéndote en una versión más libre y consciente de ti.

Y quién sabe… tal vez esta vez la mariposa que salga de ti tenga alas más grandes, más coloridas, y una agenda un poco más clara.



 📢 🌿  ✨ Transiciones: ese deporte extremo llamado “crecer” puedes ver el episodio completo aquí:

https://youtu.be/ex45nx0_Zb4

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